Una portera de un edificio de clase alta de
París, que domina la obra de Marx, y una niña de 12 años, de inteligencia
privilegiada, que pretende suicidarse al cumplir los 13. Ellas son las
protagonistas que nos presenta Muriel Barbery en el preámbulo de este
libro y que, lógicamente, suscitan una curiosidad inmediata. Y ellas serán los
hilos conductores de cada una de sus historias personales, entremezcladas de brillantez y
originalidad, aunque no siempre del todo acertadas. El éxito de este libro
provocó que fuera llevado a la gran pantalla y fue toda una revelación
literaria en Francia. Éxito merecido, pero con algunos matices, como ahora os
explicaré…
Renée Michel, la portera, es una mujer de mediana edad que lleva “escondida” casi toda su vida, fingiendo ser una persona corriente, mientras que en realidad oculta una gran inteligencia, sensibilidad y cultura. Así se define ella misma:
“Me he
replegado, es cierto, y he rechazado el combate. Pero, en la seguridad de mi
espíritu, no existe desafío que yo no sea capaz de afrontar. Indigente de
nombre, posición y apariencia, soy en mi entendimiento una diosa invicta.”
Y así la define la otra protagonista, dándole
sentido al curioso título del libro:
“La señora
Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una
verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento
sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes,
tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.”
Con esa increíble capacidad para percibir la
realidad de los adultos, la niña Paloma, hija de una familia rica residente en
el mismo edificio, escribe sus reflexiones críticas sobre el mundo de los
adultos. Un mundo que rechaza y censura, hasta el punto de no querer seguir
adelante y preferir la muerte. Su diagnóstico es especialmente incisivo:
“La gente
cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una
pecera.”
La combinación de estos dos brillantes
personajes dará mucho juego a la autora con toques de humor, ironía y a veces,
ternura. Muriel Barbery, profesora de filosofía, pone en boca de ellas
interesantes y acertadas reflexiones sobre la vida, la literatura, el arte, la
percepción de la belleza y la amistad. Sin embargo, resulta inverosímil su
obsesión por las diferencias de clase, la escala social y las distancias entre
ricos y pobres. De hecho, cuesta entender que una persona de inteligencia
privilegiada como la portera tenga que ocultarse y desaprovechar su talento,
sólo por haber nacido pobre, en el París del siglo XXI. Desde ese punto de
vista, resulta incomprensible su argumento, aunque no cabe duda de que muchas
personas –y más si son tan especiales- se esconden en nuestra sociedad por
miedo a los demás. Miedos eternos que jamás caducarán en ninguna época.
Renée descubrirá una nueva ilusión en la
persona de un rico caballero japonés que se instala en el edificio, así como el
valor de la amistad con la niña, una especie de “alma gemela”, pese a la
diferencia de edad. El final de la historia podría ser mejorable para un libro
tan interesante, pero en conjunto, merece mucho la pena. Aunque sólo sea por apuntar en nuestra agenda una tarea imprescindible como ésta:
“Lo que hay
que vivir antes de morir es un aguacero que se transforme en luz…”
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La primera reseña que leí sobre esta novela ya me hizo dudar pero diciéndolo tú, casi voy a dejar que se cuelen otras en la lista.
ResponderEliminarMaravillosa frase de cierre, apuntada esa tarea imprescindible :)
Un abrazo!