jueves, 6 de junio de 2013

"El perseguidor" de Julio Cortázar





Leer a Cortázar es apostar sobre seguro. Rescatar uno de sus libros de la biblioteca es saberse ganador al cerrar la última página, con la certeza de que todas sus palabras se quedarán en el corazón para enriquecerlo. “El perseguidor”, uno de su grandes éxitos, se devora enseguida; un relato breve y en apariencia ligero, pero deja un sabor que se degusta placentera y lentamente durante mucho tiempo: agridulce, con aroma de melancolía, como el que crece entre el humo del tabaco, las notas de un saxo y un deseo inalcanzable.

En “El perseguidor” Cortázar relata los últimos días del saxofonista Johnny Carter, sus obsesiones y alucinaciones, su dependencia de las drogas, sus frustraciones y su gran búsqueda. Es un homenaje al genial Charlie Parker, publicado en 1959, con el paisaje de París de fondo, y referencias a otro genio del jazz como Miles Davis.

La historia de Carter nos la narra su biógrafo y crítico musical, Bruno. Es la voz del propio Cortázar que se esfuerza por comprender la confusa vida que discurre por la mente del músico, más allá del desastre de inconsciencia y autodestrucción en que convierte su día a día: “Envidio todo menos su dolor, pero aún en su dolor tiene que haber atisbos de algo que me es negado”.

Desde la primera página, Carter aparece como un ser entrañable, pero confuso, enfermo y drogado, que se confiesa incapaz de pensar, y especialmente, obsesionado con el tiempo:

“En mi casa el tiempo no acababa nunca, sabes. De pelea en pelea, casi sin comer”… “Cuando empecé a tocar de chico me di cuenta de que el tiempo cambiaba”… “Yo no me abstraigo cuando toco. Solamente cambio de lugar”

Poco a poco, Bruno va entendiendo la luz que “busca encenderse” en Carter cuando toca, una luz que va más allá de los efectos de las drogas o de la grandeza que le niega a un “pobre diablo, vicioso y con talento” como Carter:

“Johnny está obsesionado por algo que su pobre inteligencia no alcanza a entender pero que flota lentamente en su música, acaricia su piel, lo prepara quizá para un salto imprevisible que nosotros no comprenderemos nunca.”… “Parece contar con ella (la música) para explorarse, para morder la realidad que se le escapa todos los días.”

Bruno no se cansa en su empeño de entender a Carter, sus crisis y sus sueños. El último de ellos será un campo lleno de urnas enterradas en un espacio inmenso, con la muerte como reclamo y salida. Le escucha también tocar, fuera del tiempo: “Esto lo estoy tocando mañana”, dijo Johnny en una ocasión. Y en una de sus improvisaciones con el saxo, “llena de huidas en todas las direcciones”, Bruno entiende quien es verdaderamente Johnny Carter, “el perseguidor”:

“No es un perseguido, no es una víctima. Lo que le ocurre son azares del cazador, no del animal acosado…. Persigue en vez de ser perseguido.”

Al fin, Carter resume toda una vida de búsqueda en el tiempo, fuera y dentro de él, hasta reunirse con su “siempre”.

“El tiempo… toda mi vida he buscado en mi música que esa puerta se abriera al fin. Una nada, una rajita…” Carter recuerda una ocasión en que Miles Davis “tocó algo tan hermoso que casi me tira de la silla”“Era la seguridad, el encuentro, cuando todo está resuelto… Sin que hubiera después… Por un rato no hubo más que siempre.”

Sólo queda leerlo con la sabia voz de Cortázar, escucharlo, y que nos lleve entre notas en el tiempo…





1 comentario:

  1. Hola María
    Hoy solo vengo a presentarme oficialmente para invitarte a mi blog. Apenas estoy comenzando y busco amigos para compartir un poco de lo que hago. Si te gusta y me acompañas también tendrás un nuevo amigo, si así lo deseas.

    Saludos
    Jacob K

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